Cuando Estados Unidos impuso aranceles a las importaciones chinas durante la guerra comercial iniciada por Donald Trump, muchos en Occidente creyeron que Pekín se vería arrinconado. Sin embargo, China no solo resistió la embestida arancelaria, sino que encontró en la tensión un catalizador para repensar su lugar en la arquitectura económica global. Hoy, su respuesta va más allá de las tarifas: una estrategia geopolítica que desafía el reinado del dólar y apuesta por la consolidación de un nuevo bloque económico: los BRICS.
Del proteccionismo al multilateralismo: una jugada de ajedrez financiero
El gigante asiático, lejos de responder con represalias simbólicas o comerciales de corto aliento, ha comprendido que el verdadero poder no se disputa en los puertos ni en las tarifas aduaneras, sino en los cimientos del sistema financiero internacional.
Desde hace una década, China ha incrementado su protagonismo en organismos multilaterales alternativos, y su participación en los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) se ha convertido en una plataforma clave para diversificar sus alianzas estratégicas y reducir su dependencia del sistema financiero dominado por Washington.
Hoy, la idea de crear una moneda única dentro del bloque no es una utopía teórica, sino un proyecto en marcha. Ya se ha fundado el Nuevo Banco de Desarrollo, con sede en Shanghái, que ofrece una alternativa al FMI y al Banco Mundial. La narrativa es clara: emanciparse del dólar, tanto en el comercio como en la deuda internacional.

BRICS y el renacer del Sur Global
El crecimiento de los BRICS representa algo más que un contrapeso económico: es la consolidación de un nuevo orden multipolar. Para China, este bloque no es solo una alianza comercial, sino un escenario diplomático donde puede ejercer liderazgo sin las restricciones que le imponen los foros dominados por potencias occidentales.
La expansión del bloque, con nuevos países como Arabia Saudita, Argentina y Egipto mostrando interés en adherirse, pone en evidencia una reconfiguración del mapa global. El Sur Global —históricamente subordinado— busca ahora negociar en sus propios términos, y China es el arquitecto principal de ese proceso.
¿El fin del dólar como moneda hegemónica?
Si bien la hegemonía del dólar aún parece inquebrantable, cada paso que China da hacia una internacionalización del yuan y la creación de una moneda común en el marco de los BRICS es un acto de disidencia financiera.
Desde acuerdos bilaterales en yuanes con países africanos y latinoamericanos hasta la aceleración del yuan digital, el plan es claro: reducir la exposición a sanciones, aranceles y fluctuaciones impuestas desde Washington. Es una estrategia silenciosa, pero profundamente transformadora.

Una solución sistémica ante un problema coyuntural
Los aranceles estadounidenses fueron, en su momento, un intento por frenar el ascenso económico de China. Pero terminaron siendo un incentivo para que China profundice su autonomía, busque aliados en la periferia del sistema y diseñe su propia red de poder financiero.
Al final, lo que parecía una medida de castigo se convirtió en una lección de resiliencia. China entendió que los problemas estructurales no se resuelven con parches, sino con rediseños del sistema en su totalidad.
Conclusión: el tiempo del dólar no es eterno
La respuesta china a los aranceles estadounidenses no fue ni bélica ni populista. Fue estratégica, sistémica y a largo plazo. El futuro no será decidido únicamente en Wall Street o en la Reserva Federal. También se escribirá en Pekín, en Moscú, en Nueva Delhi y en las capitales emergentes que hoy apuestan por un mundo más equilibrado, donde el dólar sea una opción, no una imposición.
Columna de opinión: David Novoa
