Por décadas, la cordillera de los Andes fue símbolo de papas y maíz. Hoy, entre esas mismas tierras fértiles, crece un fruto que ha transformado el mapa agrícola del país y catapultado a Perú al trono del comercio mundial. Se trata del arándano, un pequeño fruto azul que ha alcanzado un lugar protagónico en los supermercados de China, Estados Unidos y Europa. En solo una década, Perú pasó del anonimato al liderazgo absoluto, consolidándose como el mayor exportador de arándanos frescos del mundo.
Perú lidera la exportación de arándanos en el mundo
Según cifras actualizadas de la aduana china (GACC), Perú representa el 89 % de todas las importaciones de arándanos frescos hacia China en 2024, superando con holgura a potencias como Chile, Estados Unidos y Canadá. Solo el año pasado, China importó más de 38 mil toneladas, y la gran mayoría llegó en barcos refrigerados desde puertos peruanos.
Este fenómeno no es casual. Detrás de este éxito hay una revolución agrícola, impulsada por tecnología, inversión extranjera y una visión empresarial audaz. Regiones como La Libertad, Lambayeque e Ica se han convertido en el epicentro del llamado “oro azul”, con cultivos tecnificados, estándares internacionales y una cadena logística que compite con la de cualquier país desarrollado.

De cultivo exótico a producto bandera
Hace apenas veinte años, el arándano peruano era prácticamente inexistente en el paisaje agrícola del país. Fue recién en 2008 cuando los primeros ensayos comerciales comenzaron a abrir camino entre dudas, errores y promesas. Para 2013, las exportaciones de arándanos eran aún simbólicas: apenas 12 toneladas salían del país. Sin embargo, la historia dio un vuelco vertiginoso. Hoy, Perú lidera la exportación de arándanos, supera las 285 mil toneladas anuales y genera ingresos que rondan los 1,500 millones de dólares, según datos de ADEX, una transformación que ha convertido al pequeño fruto azul en una verdadera insignia nacional.
Este fenómeno no responde a un solo factor, sino a una sinergia virtuosa entre geografía, política comercial y audacia empresarial. Las condiciones agroclimáticas del Perú —marcadas por sus múltiples pisos altitudinales y climas templados— permiten incluso dos cosechas al año, una ventaja competitiva inusual en otras latitudes. A esto se suma una red de tratados de libre comercio del Perú que conecta al país con más de 50 naciones, incluida China, y que ha facilitado el acceso a mercados internacionales estratégicos. Pero quizás el componente más decisivo ha sido el dinamismo del sector agroexportador peruano, que no solo apostó por variedades premium de arándanos adaptadas al consumidor global, sino que también implementó prácticas agrícolas sostenibles y tecnificadas que compiten al nivel de los grandes productores del hemisferio norte.
China como destino estratégico
El apetito chino por los superfoods no ha dejado de crecer. En 2005, el gigante asiático importaba apenas 665 toneladas de arándanos, principalmente desde Corea del Sur y Suecia. Hoy, ese mercado ha cambiado drásticamente. La clase media urbana china ha adoptado al arándano como símbolo de salud, estatus y modernidad.
En este contexto, Perú supo moverse con rapidez. La firma del protocolo fitosanitario en 2016, la apertura de nuevos puertos y el desarrollo de infraestructura de frío han sido claves para consolidar esta ruta transoceánica.

Más allá del boom exportador
El éxito del arándano no solo se mide en cifras. Ha generado más de 100 mil empleos formales, con especial impacto en poblaciones rurales. Además, ha obligado al Estado y al sector privado a mejorar prácticas laborales, promover la equidad de género en el campo y adoptar modelos de sostenibilidad.
Sin embargo, el modelo enfrenta retos. Las críticas apuntan a la intensiva demanda de agua, el uso de trabajo temporal mal remunerado en algunas zonas, y la necesidad de diversificar mercados y variedades ante posibles cambios de demanda global.
¿Qué sigue para el oro azul peruano?
Perú ya no es un productor emergente: es el referente mundial en arándanos frescos. El reto ahora está en mantener la calidad, innovar con nuevas variedades, ingresar a más mercados asiáticos como Corea del Sur, Japón y Tailandia, y consolidarse en la Unión Europea.
El arándano ya no es solo un fruto. Es un símbolo de cómo la agroexportación puede transformar un país, elevar su imagen internacional y ofrecer oportunidades a miles de familias.