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La paradoja del café: Los que no lo cultivan, ganan más

Mientras los países tropicales siembran y cosechan el café del mundo, el verdadero negocio ocurre lejos del origen. En Europa, economías como Suiza, Alemania o Italia lideran el ranking de exportadores sin haber sembrado una sola planta. El café no solo cuenta historias de sabor: también revela las tensiones globales entre valor agregado, logística y poder de marca.

El aroma del negocio: cómo Europa exporta sin sembrar
El café es, en esencia, un producto tropical. Crece en climas específicos, exige altitud, humedad, y mano campesina. Sin embargo, cuando se observa el ranking de exportadores globales, emergen nombres que no figuran entre los grandes productores. Suiza, Alemania o Italia no tienen cafetales, pero lideran gracias a su industria de procesamiento, reempaque y marca.

Mientras Brasil, Colombia, Vietnam y Perú figuran como actores clave en la cadena de cultivo y exportación primaria, son las naciones europeas las que capturan la mayor parte del valor económico. Esta asimetría comercial no es nueva, pero se intensifica conforme el consumidor valora no solo el origen del grano, sino también su narrativa, empaque, distribución y estatus simbólico.

De la finca a la cápsula: dónde realmente se gana
Las cápsulas de café, las mezclas premium y los tostadores boutique representan hoy más del 60% del valor de mercado en Europa y Norteamérica. Marcas como Nespresso, Lavazza o Illy han construido verdaderos imperios sobre el grano, con precios hasta diez veces mayores que los pagados al productor.

Esto ha originado una paradoja estructural: los países que cosechan el café no son los que más ganan con él. La falta de industrialización, infraestructura logística y capital de marca sigue limitando a los países productores a su rol histórico: ser proveedores de materia prima.

¿Puede cambiar esta narrativa?
Algunos países latinoamericanos han empezado a invertir en cadenas de valor más largas: marcas propias, tostado local, exportación directa, certificaciones de origen y trazabilidad. Pero el reto es inmenso. No se trata solo de sembrar, sino de saber procesar, distribuir y narrar. En el mercado global, quien cuenta la mejor historia muchas veces vale más que quien la hizo posible.

El café, en su complejidad, revela algo más que gusto: es un espejo de la economía mundial. Una taza puede contener la geografía de un país tropical, el capital de una multinacional suiza y la estética de un empaque diseñado en Berlín. El sabor, al final, es solo el principio.

Redacta: Anghelo Basauri Escudero