El plant-based no es solo una dieta, sino un patrón de vida que prioriza alimentos naturales, sobre todo vegetales, y reduce o elimina el consumo de productos de origen animal. Si bien las dietas veganas y vegetarianas son las más conocidas, existen múltiples opciones adaptables a los gustos y necesidades de cada persona, como la mediterránea o la DASH, que se centra en combatir la hipertensión.
Este tipo de alimentación ofrece grandes beneficios para la salud. Comer más frutas, verduras, legumbres, frutos secos y granos integrales ayuda a reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares, hipertensión y diabetes tipo 2. Además, puede prevenir la obesidad y la enfermedad renal crónica, al regular el peso corporal y disminuir el estrés oxidativo.
También se asocia con una menor inflamación sistémica, mejor salud cerebral y un sistema inmunológico más fuerte, gracias a la abundancia de antioxidantes, fibra y fitoquímicos. La alimentación basada en plantas puede incluso prevenir ciertos tipos de cáncer y mejorar la salud intestinal.
Sin embargo, no todo lo que parece saludable lo es. Muchos productos procesados y etiquetados como “veganos” o “saludables” contienen altos niveles de grasas trans, azúcares y sodio, lo que puede convertir una dieta basada en plantas en una opción poco saludable. Por lo tanto, es clave elegir alimentos frescos y naturales, y asegurarse de que la dieta sea equilibrada para evitar deficiencias de nutrientes esenciales.
En definitiva, una alimentación basada en plantas bien planificada puede ser una de las formas más efectivas de mejorar la salud a largo plazo, pero es importante aprender a diferenciar entre lo verdaderamente saludable y lo que parece serlo a simple vista.
Redacción: Nataly Vásquez Zelaya