El presidente del Consejo de Ministros dimitió al cargo tras quedar aislado políticamente y horas después de una reconfiguración del gabinete que no logró contener la presión del Parlamento. Su salida reabre el tablero político de Palacio.
Una renuncia con cronómetro político
La renuncia de Gustavo Adrianzén como presidente del Consejo de Ministros no sorprendió a nadie, pero sí confirmó lo evidente: su salida del Ejecutivo era inevitable. La decisión fue anunciada oficialmente este lunes, a solo horas de que el Congreso debatiera las mociones de censura que se cernían sobre él, con los votos ya asegurados para su destitución.
La renuncia ocurre poco después de que la presidenta Dina Boluarte intentara reconfigurar el gabinete —con cambios en las carteras de Economía, Transportes e Interior— para salvar al primer ministro. Pero el reajuste no convenció a las bancadas parlamentarias, que ya habían cerrado filas.
Pataz: el punto de quiebre
El secuestro y asesinato de 13 mineros en Pataz, en la región La Libertad, fue un punto de quiebre. Las declaraciones de Adrianzén minimizando los hechos —que calificó como “atípicos”— generaron un rechazo transversal. Sus palabras, tildadas de insensibles, agudizaron la percepción de desconexión del Ejecutivo frente a la crisis de inseguridad ciudadana.
El pronunciamiento más contundente vino de Fuerza Popular, que confirmó su voto a favor de la censura. Le siguieron Renovación Popular, Podemos Perú, Acción Popular y otros bloques que, juntos, sumaban más de 80 votos a favor de su salida, 14 por encima del mínimo requerido.
“Renuncio pensando en los altos intereses de la patria”
Durante una conferencia de prensa visiblemente emocional, Adrianzén leyó su carta de renuncia, destacando su “sentido de responsabilidad y compromiso”. Evitó hacer autocrítica y se enfocó en resaltar los “logros alcanzados” durante su breve gestión, sin referirse a los cuestionamientos ni a la presión política que precipitó su salida.

Un gabinete sin blindaje parlamentario
La reciente incorporación de Raúl Pérez Reyes (Economía), Carlos Malaver (Interior) y César Sandoval (Transportes) no fue suficiente para recomponer el respaldo político del gabinete. Al contrario, su llegada fue leída como un intento desesperado por alargar la estadía de Adrianzén en Palacio, lo cual —lejos de aplacar los ánimos— avivó las críticas.
¿Quién reemplazará a Adrianzén?
Entre los nombres voceados para asumir la PCM figuran:
- Eduardo Arana, ministro de Justicia, quien ha ganado protagonismo como figura leal y moderada dentro del gabinete.
- Morgan Quero, actual ministro de Educación, cercano a Boluarte, aunque con cuestionamientos que podrían restarle fuerza.
- Juan José Santiváñez, exministro del Interior, cuyo pasado reciente en el cargo censurado complica su retorno.
El nuevo premier deberá enfrentar un Congreso hostil, una ciudadanía cada vez más crítica y una gestión presidencial que acumula desgaste sin señales de renovación política profunda.
Un nuevo capítulo con las mismas preguntas
La renuncia de Gustavo Adrianzén es, en esencia, un síntoma más de una crisis de gobernabilidad crónica. Cambiar nombres en el gabinete puede ser una estrategia de oxigenación política, pero sin un rumbo claro ni reformas sustanciales, el desgaste de la administración Boluarte parece condenado a repetirse.
El Congreso ya demostró que puede tumbar ministros. Ahora la pregunta es: ¿quién logrará sostenerse en un país que ya suma tres primeros ministros en menos de un año?
Redacción: Anghelo Basauri Escudero