El gigante industrial argentino IMPSA, líder latinoamericano en generación hidroeléctrica y exportador de tecnología a más de 40 países, será preadjudicado a un consorcio estadounidense encabezado por Arc Energy, compañía con fuertes vínculos con el presidente electo de EE.UU., Donald Trump. La privatización ha encendido el debate sobre soberanía energética, geopolítica y el futuro de la industria nacional.
Una venta estratégica en tiempos turbulentos
Argentina acaba de dar un paso trascendental en el tablero energético latinoamericano. El gobierno nacional, junto con la provincia de Mendoza, ha confirmado la preadjudicación de IMPSA (Industrias Metalúrgicas Pescarmona S.A.), una de las empresas más emblemáticas y tecnológicamente avanzadas del país, al consorcio estadounidense Industrial Acquisition Fund (IAF). Detrás de esta operación millonaria —valuada en 27 millones de dólares— se encuentra Arc Energy, una firma energética con sede en Luisiana y vínculos directos con el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump.
La noticia ha generado tanto sorpresa como preocupación, no solo por la magnitud del negocio, sino también por las implicancias políticas, económicas y geoestratégicas de la transacción.
Arc Energy: el socio inesperado con peso político
Aunque la licitación fue abierta a nivel internacional, solo una oferta fue presentada, y vino precisamente de Arc Energy, que actúa en sociedad con IAF. Lo que encendió las alarmas fue que Jason Arceneaux, presidente de Arc Energy, es un reconocido aliado político de Trump. Varios directores de la empresa incluso figuran como aportantes oficiales a su reciente campaña electoral.
Con esta movida, el próximo mandatario estadounidense gana no solo una ficha clave en la industria energética, sino también una ventaja geopolítica en América Latina, una región donde China y Rusia también compiten por influencia.

IMPSA: mucho más que una fábrica de turbinas
Fundada hace más de un siglo, IMPSA representa un emblema de la ingeniería argentina. Es una de las pocas empresas en el mundo capaces de diseñar, fabricar e instalar turbinas hidroeléctricas, eólicas y componentes nucleares de alta complejidad. Exporta a más de 40 países y tiene más de 100 empresas proveedoras locales vinculadas directamente a su cadena productiva.
Su tecnología no solo impulsa represas en América Latina, sino también proyectos en Asia, Europa y Medio Oriente. Además, IMPSA es clave en el desarrollo de la energía nuclear en la región, colaborando con organismos como INVAP y la CNEA.
Soberanía energética en jaque
La decisión de entregar IMPSA a capitales extranjeros —y en particular a una firma asociada a un líder tan controvertido como Trump— ha reavivado el debate sobre la soberanía energética y el rol estratégico de las empresas estatales de innovación tecnológica.
Aunque el gobierno asegura que la operación permitirá el salvataje financiero y la reactivación de IMPSA, voces críticas señalan que se trata de una pérdida de autonomía nacional en un sector clave para el futuro económico y ambiental del país.

Un futuro incierto con fecha límite
El consorcio estadounidense solicitó un plazo hasta el 31 de enero para refinanciar la deuda de IMPSA con sus acreedores. Mientras tanto, los trabajadores, proveedores y gobiernos locales observan con atención los próximos movimientos.
¿Será esta adquisición una vía para relanzar a IMPSA al mundo, o el primer paso hacia una dependencia tecnológica externa? La respuesta, como tantas veces en Argentina, dependerá de lo que no se ve en los papeles: la voluntad política de defender lo propio, incluso cuando lo ajeno parece prometer salvación.
Redacción: Anghelo Basauri Escudero