Desde su concesión en 2014, el puerto de Paracas ha sido presentado como un caso ejemplar de modernización y eficiencia logística. Bajo una gestión privada orientada al cliente, ha consolidado operaciones ininterrumpidas incluso en tiempos críticos como la pandemia, y proyecta un ambicioso crecimiento en el movimiento de contenedores y carga general. Según su gerente general, César Rojas, esta infraestructura ha sido clave para facilitar el comercio internacional, especialmente de productos agrícolas refrigerados provenientes de Ica.
La propuesta no se queda solo en lo comercial. El puerto también busca ampliar su impacto económico convirtiéndose en un punto de llegada para cruceros de alto nivel adquisitivo, aprovechando su cercanía con la Reserva Nacional de Paracas y las condiciones climáticas favorables. Todo parece indicar que se está gestando una plataforma logística y turística de primer nivel.
Pero no todos celebran este tipo de desarrollo.
¿Y el turismo que ya existía?
Desde la mirada de actores del turismo local, como la Cámara Nacional de Turismo, el protagonismo del puerto opaca lo que consideran el verdadero corazón de Paracas: su riqueza natural y cultural. “¿Por qué hablar del puerto y no del Candelabro, las Islas Ballestas, o el museo de sitio?”, cuestionan, aludiendo a los destinos que, por años, han sustentado la economía turística de la región e impulsado el trabajo de guías, artesanos, cafeterías y voluntarios locales.
Durante una reciente visita, algunos representantes del sector destacaron el creciente orden en las rutas turísticas tradicionales, la participación activa de la comunidad en la preservación de la Reserva y la oferta de productos con valor agregado, como cafés locales de calidad premium. En ese contexto, el puerto no parece formar parte de un circuito turístico integrador, ni generar —hasta ahora— puestos de trabajo directos para la población local en la misma magnitud que el turismo sostenible ya establecido.
Eficiencia logística y aporte económico
Lo cierto es que el puerto San Martín también ha traído beneficios concretos. Su ubicación estratégica, cercana a las zonas agrícolas de Ica, ha facilitado la exportación de productos perecibles como frutas y hortalizas, reduciendo tiempos y costos frente a otras alternativas más congestionadas.
Además, su capacidad de operar las 24 horas sin cargos adicionales, junto con la disponibilidad de contenedores vacíos en el recinto, ha optimizado la cadena logística para muchos exportadores. Incluso durante la pandemia, el puerto logró mantener sus operaciones activas, ganando la confianza de nuevos clientes de zonas tan alejadas como Huachipa y Lurín. Esta eficiencia no solo ha reforzado su posición en el sector logístico, sino que ha contribuido a mantener la competitividad regional en momentos clave.
¿Complemento o amenaza silenciosa?
La gran pregunta, entonces, es si este modelo de desarrollo portuario representa un complemento para el ecosistema económico y ambiental de Paracas o si, por el contrario, impone una lógica de crecimiento que podría desplazar, a mediano plazo, a las actividades más sostenibles.
Aunque el puerto ha anunciado su participación en proyectos de energías renovables —como el traslado de aerogeneradores para parques eólicos—, aún quedan dudas sobre el nivel de inversión en programas de beneficio directo para la población de Paracas. Tampoco hay claridad sobre cómo se gestionarán los impactos ambientales y sociales que podría traer un crecimiento acelerado del tráfico marítimo.
En una región donde lo natural es el principal activo, el equilibrio entre eficiencia logística y preservación ambiental se vuelve crucial. ¿Estamos ante un modelo de desarrollo que suma o uno que erosiona, poco a poco, la identidad de Paracas?
Redacción: Nataly Vásquez Zelaya