En Asunción, cientos de jóvenes y colectivos sociales salieron a manifestarse contra el gobierno del presidente Santiago Peña, exigiendo justicia, mejoras sociales y un cambio radical en la política pública. Lo que empezó como una convocatoria digital creció en intensidad, enfrentamientos y simbolismo generacional.
La chispa digital que encendió las plazas
Una convocatoria viralizada por redes sociales por la autodenominada “generación Z” despertó el eco de antiguos reclamos: pedir cuentas a la clase política, denunciar la corrupción estructural, exigir mejoras en salud, seguridad y educación. El domingo, la manifestación lucía joven, plural, con carteles hechos en cartón, camisetas con consignas y banderas nacionales.
La protesta tenía un eje claro: recorrer el microcentro de Asunción hasta las puertas del Congreso Nacional y la sede policial, territorio simbólico del poder estatal.
La avenida del descontento: confrontaciones y detenidos
La marcha fue recibida con un fuerte despliegue policial. En puntos críticos, barreras humanas, gases lacrimógenos y empujones cortaron el avance de los manifestantes. Tres personas fueron detenidas acusadas de portar objetos considerados peligrosos (cachiporras, recipientes con aparente alcohol, pedazos de vidrio).
En medio de la tensión, grupos de jóvenes coreaban frases como “nos roban en la cara” y “transparencia ya”, mientras avanzaban entre banderas y pancartas que pedían que “el poder rinda cuentas”.

Voces jóvenes: una generación que reclama protagonismo
Entre los manifestantes estaba Jenifer González, estudiante de enfermería, quien resumió el sentir de muchos: “Estamos pidiendo seguridad, justicia, salud… exigimos que los políticos corruptos dejen de robar en la cara del pueblo”.
La marcha también desplegó símbolos culturales, como banderas del país y del universo manga ‘One Piece’, usadas históricamente en protestas mundiales como signo de rebeldía juvenil.
Policía y estrategia: contención, acusaciones y control
La Policía Nacional de Paraguay informó que empleó casi 3.000 efectivos para facilitar el orden público durante la protesta. Se justificó la detención de los tres ciudadanos por posesión de elementos que “ponían en riesgo la seguridad pública”.
Las autoridades reclamaron que algunas manifestaciones intentaron forzar el ingreso al Congreso, situación que fue contenida con barreras humanas.
A pesar del tiempo límite impuesto por el gobierno, los manifestantes lograron llegar hasta la Plaza de Armas y frente a la sede policial para exigir la liberación de los detenidos.
Los reclamos estructurales detrás de la marcha
La protesta no fue simbólica ni espontánea únicamente. Las demandas articuladas fueron concretas:
- Transparencia y rendición de cuentas frente a resonantes casos de corrupción en instituciones estatales.
- Reformas profundas en salud pública, con acceso digno y suficiente para los sectores más vulnerables.
- Mejoras sociales e infraestructura, especialmente en barrios periféricos que sienten el abandono estatal.
- Justicia independiente y procedimientos eficaces frente a acusaciones de malversación o nepotismo.
El lema de la jornada lo resumió la consigna: “Somos el 99,9 %. No queremos corrupción”.
Desafíos para el gobierno y la juventud
Para el gobierno de Santiago Peña, la manifestación representa un momento de legítima presión social. Lo que estaba latente se manifestó con fuerza callejera: un rechazo masivo que podría forzar acciones políticas.
Para los jóvenes, esta jornada puede marcar un antes y un después. Es un intento de romper el ciclo de promesas incumplidas, de salir de la pasividad digital hacia la acción directa. Sin embargo, sostener la protesta, mantener la cohesión sin caer en la violencia, y lograr que estos reclamos se traduzcan en cambios reales será el verdadero desafío.
Redacción: Mauricio Saldaña Pizarro